Allí
lo esperé. Hacía horas que mi soledad tiritaba y mi desconsuelo comenzaba a
resquebrajarse. Pero él aún no venía.
Me
habían llegado rumores de que había emprendido arduos y largos viajes, pero sus
señales cada vez se tornaban más escasas.
Mi
gente, que era también la suya, me instaba a no perder la fe. Por más
complicada que fuese la circunstancia, él siempre daba algún centello de
esperanza. Pero, la incredulidad se hacía profunda y el devenir impostergable.
¿Quiénes aún podían esperarlo?-desilusionado me preguntaba.
Pasaron
las horas. Pasaron los días y los meses. Y cuando los años fueron evidentes, me
marché. Culpado fui de engrosar las filas de los infieles. Desterrado fui del
paraíso cuyas mieles me quedé sin saborear.
Ahora
ardo junto a los otros. Junto a aquellos que nunca estuvieron o que como yo, se
cansaron de esperar. El fuego quema y duele, irrita y repele todo anhelo de un
más allá. Es cierto que ahoga y destruye, pero no lastima tanto como el saber
que él nunca vendrá.
El escritor viste pantalón
rojo, gabardina color arena, cabello canoso ensortijado desobediente de la
puesta en escena perfecta. Es sábado por la mañana, de paso por la capital de los proyectos y presentaciones, entrevistas y autógrafos.
Lleva en su mano izquierda un cuaderno tamaño cuartilla, negro jaspeado, con
recuadro blanco donde se lee: Caderno de
Xaneiro.Se escurre entre los
pasillos de la exposición de su paisano Virxilio Vieitez. Pasillos, como los caminos
y calles de los pueblos de Terra de Montes que el fotógrafo recorrió una y otra
vez cámara en mano, llenos de miradas duras, ilusionadas, hieráticas,
inocentes.
El escritor recorre esos
pasillos con parsimonia, de manera ceremoniosa. Se detiene en cada una de las
fotografías. Nacimientos, comuniones, bodas y velatorios. Jóvenes ilusionados.
Niños que juegan. Familias. Viudas. Mujeres que esperan el regreso del
inmigrado a ultramar. Caras endurecidas por la cotidianidad de la España rural
de los años 50-70. Fotografías nacidas para atestiguar los ciclos vitales, los
grandes acontecimientos, la solemnidad de la vida que pasa, las ausencias, las
esperanzas. Fotografías por encargo que
desde la mirada de Virxilio Vieitez se convierten en memoria visual de una
época, de un pueblo, de unas costumbres.
El escritor observa
atentamente la reacción de la gente ante estas fotografías de miradas intensas y
sentimientos congelados en algún vértice del tiempo. Escucha lo que unos y
otros comentan, sus sonrisas, sus silencios. Intuye sus pensamientos. Las escenas les son muy familiares,
se reconocen, recuerdan, extrañan. Pasaron los años, España caminó rápido y cambió el modo de ser, de ver. Pero
ante estos retratos, fogonazos de realidad y crudeza, no pueden evitar una
desazón, una incertidumbre.
El escritor graba todo lo
visto y escuchado en su memoria, más tarde lo escribirá en su cuaderno negro
jaspeado, su caderno de xaneiro, que sostiene con firmeza, como un talismán
protector. Acta notarial donde dar fe de todo lo que acontece a su alrededor,
de la escurridiza realidad, de los giros de la historia. Se despide de su
paisano con una media sonrisa, pensativo, con agradecimiento por este lúcido encuentro de rostros en blanco y negro e interrogantes.
En mi habitación tenía colgada una noticia del periódico sobre Héroes del Silencio, el titular decía: “Serían Héroes si estuvieran en silencio” y lo ilustraba una foto de Enrique Bunbury haciendo la peineta a lo Bárcenas. El que hizo estás declaraciones era un componente de una famosa banda gallega, aquellos que cantaban “Fui a comprar el pan y me enseñaste el Corán”. En esos tiempos, fueron muchas las malas críticas que se hicieron, pero lo cierto es que, lo que aportó Héroes del Silencio al rock español, no lo ha podido aportar nadie más.Y aunque su puesta en escena e iconografía fuera controvertida y su pose algo soberbia, nadie puede negarles el gran valor que tuvieron.
Yo los conocí una vez publicado el disco de Senderos de Traición, ni siquiera me enteré de la explotación cansina de la canción de Entre dos Tierras en las radios, aunque los años posteriores comprobé en que medida había calado esa canción en el gran público. La cruz del fan de Héroes es que siempre se te acerca algún profano a cantarte la cancioncita gesticulando a lo Bunbury. ¿Los Héroes? ahh …entre dos tierraaaass eeestás! a lo que contestas con media sonrisay un suspiro.
Lo dicho, primero escuché Senderos, Maldito duende para ser más exactos, mi cinta dio vueltas una y otra vez hasta clavarme los acordes en el tuétano y desde entonces los médicos me diagnosticaron como Heroinómana,a pesar de mi conocida fobia a la agujas.
Héroes del Silencio, es rock en las venas,pero un rock distinto a cualquier otro. Ninguna de las etiquetas que les dieron fueron muy acertadas a mi modo de ver. Yo solo diré que es el grupo perfecto para cantar a oscuras con una copa de vino, para erizar el corazón del más escéptico y ya de paso, abandonarsea lairracionalidad, que nunca viene mal.
Las melodías y las letras son poesías con lapuerta cerrada, por lo críptico de sus frases y ese punto nostálgico de todo seguidor. Para abrir las puertas de la percepción, sólo sirven algunos, aunque… ¡cuidado! una vez dentro ya no vas a poder salir, porque, sea cual sea el sentido original de esas canciones,te envuelven y se adaptan a ti como un traje hecho a medida.
Sus discos de estudio son cuatro, aunque se pueden encontrar infinidad de directos, caras B, discos pirata, rarezas, objetos de colección etc. El mar no cesa es el primero de esta formación, algo pop para mi gusto pero contiene tesoros que con los años mejoran en directo. A destacar: Hace tiempo, No más lágrimas, Héroe de Leyenda, Flor Venenosa.
En Senderos de Traición, siguiente disco, ya van sacando mejor lo que tienen dentro, arpegios sobrenaturales, letras profundas. Como digo, significó una verdadera revolución espiritual para mí. Escúchense canciones como El cuadro II, Oración, La carta, Maldito Duende, Hechizo. Tocar el cielo sin necesidad de escalera.
Luego llegó El Espíritu del Vino, y eso ya fue una marca a fuego. Ahí me regalaron el carnet de Heroinómana vitalicia y me dieron de alta con pronóstico: Incurable.Recuerdo ver que en alguna entrevista el grupo no parecía muy satisfecho con él pero, personalmente creo que es el mejor LP de Héroes.
No os voy a recomendar canciones, tan sólo escuchad el disco de la primera canción, Nuestros Nombres, a la última, La Alacena. Consideroa este disco tan íntimo mío como lo pueda ser para el grupo. Con el canté, lloré, me enamoré, me hice mayor,reí, viajé, me desilusioné etc. Así que más que un CD con pistas, es un álbum de fotografías de mis recuerdos y mi vida.No puedo ser objetiva con él, pero confiad en mí y escuchadlo haciendo honor a su nombre, es decir: Ribera en mano.
Avalancha, el cuarto y el último,madurez, equilibrio, el disco de las cosas bien hechas, producción excelente y contenido soberbio. Quién es el listo queno se emociona con Opio, la Chispa adecuada, Parasiempre, Deshacer el mundo, En los brazos de la fiebre… Todo ello acompañado de conciertos magníficos a los que asistías uno tras otro, incansablemente, aunque supusiera dormir en la estación de bus de alguna ciudad extraña para poder volver a casa sin haber pagado un hotel.
Pero la avalancha fue tan grandeque les arrasó. Juan, Pedro, Enrique y Joaquín (Alan, también se merece un puesto aquí), esos cinco desconocidos que estuvieron siempre colgados de mis paredes,lo dejaron. Por unas cosas o por otras. Divorcio de mutuo acuerdo, sin pensión de alimentos para los fans. El final llegó sin avisar. Casilla de salida, sin la oportunidad de esperar dos turnos y volver a empezar.
Y bueno, todos estos años nos hemos ido alimentado con otras cosas, pero el buen marisco no lo hemos vuelto a probar.Es cierto, que nos pusieron el caramelo en la boca en 2007 con la gran gira de reencuentro. Artísticamente inmejorable, no así la organización, la escasezfechas y la lucha titánica por poder conseguir entradas. También editan de vez en cuando más materiales que distan mucho de ser inéditos. Pero sólo son caramelos que saboreo poco a poco para que me duren hasta la próxima. Esa de la que todo el mundo habla pero que nadie sabe si existirá o no, aunque estas ya son cosas de arcano indescifrable.
En respuesta a la pregunta del título diré que ellos serán Héroes parasiempre, estén en silencio o no. Para muestra su mejor canción: El mar no cesa (Directo Senda ’91):
En un
escenario donde el humor televisivo argentino está en decadencia y casi parece
una especie en extinción, Diego Capusotto y su programa, Peter Capusotto y sus videos (TV Pública, lunes 23.30hs), sale a
flote frente a la tempestad que barrió con buena parte de los grandes cómicos
del país.
Lejos
en el olvido, quedaron figuras como Tato Bores, Enrique Pinti, Jorge Guinzburg,
Alfredo Casero, Antonio Gasalla, entre otros, que iluminaron las pantallas
televisivas de las últimas décadas haciendo gala de su genial humor en clave
política. Algunos de ellos lamentablemente ya no están, pero sus espacios
también quedaron vacíos…ávidos de reemplazos que nunca llegaron y no creo que
por falta de humoristas o de temáticas que engorden los chistes.
Que
en la televisión argentina actual no haya un espacio considerable de programas
humorísticos en los canales de aire es una mala señal que denota una pérdida
esencial para cualquier sociedad que se tilde de democrática: su capacidad de
reírse de sí misma.
Bajo
el relato oficial que sostiene que nos gobiernan dirigentes de “izquierda”, los
tiempos en los cuales nos burlábamos de las ocurrencias y disparates de la
derecha neoliberal parecen haber quedado sepultados en el cajón de los recuerdos
de las épocas nefastas. Esos tiempos y esos chistes según algunos, hoy ya no
tienen demasiado sentido. Como sentido tampoco tiene, pensar que tenemos un
gobierno de izquierda.
Consideraciones
políticas aparte, la falta de humor político en un medio tan popular como la
tv, más que una preocupación, se me aparece como una necesidad. Como un interés
sano y vital para que nuestra cultura democrática siga creciendo sobre sólidas
bases, para que los ciudadanos aprendamos a mirar la realidad desde diversos
puntos de vista, incluso el humorístico.
De
este naufragio, rescato muy especialmente a Diego Capusotto. Este genial
humorista se atreve con todo, parodiando a lo largo y ancho del espectro
político, social y musical, variadas situaciones que más que bizarras, rozan lo
crudamente real. Personajes como Micky Vainilla (un cantante de pop nazi que
odia a los pobres y a los extranjeros), Jesús de Laferrere (un mesías fanático
de los Rolling Stones que esparce su mensaje conciliador con los "caretas" dentro
del conurbano de Buenos Aires), Juan Strasnoy (empleado del Ministerio de
Educación que se avoca a restaurar el lenguaje corrompido por la jerga
utilizada por los jóvenes con métodos bastante violentos), Luis Solari (un cantante que habla de las miserias
nacionales, glorificando la vida en los países del Primer Mundo, donde todo es
mejor) o el American Phsycho Bolche (un yuppie encubierto que enciende su
espíritu sanguinario ante el sonido de música folklórica reivindicativa latinoamericana o fotos
del Che Guevara), entre otros, llaman a la reflexión sobre los estereotipos que
existen en nuestra sociedad y continuamente retroalimentamos.
Ojalá
a este naufrago se le sumen otros más, y poquito a poco, se pueda volver a
reconfigurar aquel espacio que tanto nos dio a la hora de ampliar miradas y
cuestionar verdades que poco y nada tienen de irrefutables.