30 de agosto de 2013

Dragones y Mazmorras




Hay quien dice que los orígenes del Alcázar de Segovia se sitúan en tiempos romanos como el acueducto de la misma ciudad, pero lo cierto es que no tenemos constancia escrita de su existencia hasta el siglo XII. Puede que su origen fuera un castro sobre el río Eresma pero con el tiempo se convierte en una de las fortificaciones más espectaculares de la Edad Media en la Península y una de las residencias preferidas por los Reyes de Castilla, debido a su privilegiado enclave.

A caballo entre el románico y el gótico, al estilo del Císter, como es lógico ha ido incorporando remodelaciones a lo largo de su historia, pues todos los moradores hicieron reformas y algunas ampliaciones con salones gótico-mudéjares, al estilo de los alcázares andaluces.

El Alcázar de Segovia es hoy en día testimonio de tiempos de princesas y dragones, como sacado de una novela de caballeros, se erige sobre la confluencia de dos ríos, con sus almenas, torreones, mazmorras y fosos. Pero nada más lejos de la fantasía, pues el Alcázar fue en su tiempo, una fortificación inexpugnable y residencia cortesana que alojó en sus alcobas a reyes tan importantes para la historia de Castilla como Alfonso X el Sabio y Enrique IV, hermano de Isabel la Católica quien salió de este castillo para ser coronada como reina de Castilla en la plaza mayor de dicha localidad.









Ultramarinos Bodeler

19 de agosto de 2013

Dancer in the light


Desde la lejana y siempre memorable infancia que el baile ha sido para mí algo más que mover el cuerpo al son de un ritmo. Sin formación profesional a cuestas y muy selectiva en los géneros que estremecen mi anatomía, podría decir que el baile se llevó unos cuántos trofeos en expresión corporal si de expulsar emociones se trata.

Hay melodías con las cuales, sin lugar a dudas, es imposible mantener el cuerpo quieto y bandas que nos hacen levitar por todas las capas que tiene la atmósfera. Una de ellas es indiscutidamente la formación británica de pop electrónico popularmente conocida como PET SHOP BOYS.

Escucharlos y bailarlos es iniciar un viaje por un degradé emocional que permite en cada estrofa exaltar la inconsciencia hasta límites pocas veces transitados. Composiciones sólidas, profundas y sumamente vívidas, hacen de la banda un referente mundial en los primeros puestos del pop bailable. Y es que bailar no tiene que asociarse inmediatamente con algo comercial y frívolo como una postal de publicidad de alguna bebida espirituosa con discoteca de moda de fondo y modelos siliconadas ensayando pautados pasos en el escenario principal. Ni tampoco con algo banal y tonto, relegado solo para mentes pequeñas que sienten la música en función de la movilidad que provoca.

El baile es tan fundamental y primigenio en los eslabones de nuestra esencia humana que trasciende toda división social y elitista que queramos imponerle. Es por ello que, dejando de lado los estereotipos y haciendo caso omiso a las burlas envidiosas, bienvenid@s sean aquellos aventurad@s que ante el primer son se atrevan a poner a prueba a su sistema nervioso central.

No hay excusas válidas ni fundamentos lógicos sostenibles en el tiempo. La música de los Pet Shop Boys es bailable en tu oficina, en tu living, en tu ducha, mientras cocinás, cuando vas en el auto o cuando te convertís en la payas@ de la fiesta en alguna celebración con amigos (a pesar de no tener altas dosis de alcohol encima). En un camino de apertura emocional como el que ellos provocan, todos los escenarios son posibles y todas las vergüenzas, repensables.

Así que aquí les dejo una muy buena selección de temas para agitar el cuerpo, exhalar miedos, regurgitar angustias, inquietar placeres y sonreír con los ojos cerrados…











Laurencia Melancolía



7 de agosto de 2013

Trinidad tiene triple personalidad



A las 7 de la mañana de un mes de julio, el calor ya hace imposible que sigas durmiendo en la ciudad de Trinidad, provincia de Sancti Spiritus, Cuba. Tampoco el bullicio de la calle te da tregua. Ducha bien fría, desayuno en la mesa decimonónica de una antigua casa colonial y a la calle.



Trinidad brilla desde primera hora de la mañana, los cocotaxis se afanan por sus callejuelas, el que reparte las botellas de leche del estado no da abasto con la cola, los guajiros cruzan a caballo de camino a sus fincas, los jineteros se desempolvan la juerga de la noche anterior para volver a la caza de turistas, los chevrolets y demás coches antiguos, aún resisten por las calles empedradas. En Trinidad sólo dormita su historia ya que su gente bulle y da vida a esta ciudad anclada en el tiempo.

Situada entre el Valle de los Ingenios y playa Ancón esta joya colonial del Caribe pasa sus días. Sus calles empedradas están pobladas de casas coloniales fastuosas, con rejas en las ventanas de espíritu decadente y de otro tiempo, pareciera que sus antiguos dueños aún observan detrás de ellas.




La Villa de la Santísima Trinidad fue fundada por Diego Velázquez de Cuéllar en 1514, parada obligada hacia la conquista de nuevos territorios. En el siglo XIX vivió su esplendor por las grandes fortunas que se amasaban en las plantaciones azucareras que tenían en el valle familias como los Iznaga o los Borrell, esto explica las grandes casonas y palacetes que le han valido la declaración de Patrimonio Cultural de la Unesco en 1988 junto al Valle de los Ingenios. Actualmente es una de las ciudades coloniales mejor conservadas de America Latina, un museo al aire libre que sus habitantes y arquitectos se empeñan en cuidar y conservar como oro en paño.



Su reloj se paró junto a la máquina de hacer dinero de los terratenientes esclavistas del azúcar y Trinidad entró en letargo. Los cantos de sus calles se durmieron, los palacios quedaron huérfanos, las casonas hibernaron. Es por ello que en el siglo XXI, uno puede pasear por Trinidad y sentirse parte de otra época. Si bien algunas calles parecen un precioso decorado hecho para el turista, si uno se aleja un poco de la plaza mayor puede conocer la auténtica vida cubana.




Creo que no hay lugar mejor para vivir lo que se cuece en la ciudad que sentarse en un banco del Parque Céspedes y dejar pasar el rato. No hay posibilidad de aburrirse con su gente, pasará la señora que limpia las calles y te contará como le va a su hijo en el colegio, el taxista que insiste en negociar precio para llevarte a la playa en su chevrolet, el jubilado madrugador que te explicará la historia de su familia, del país y sus impresiones sobre el régimen, hasta que otro lugareño inoportuno, interrumpa su plática.

Trinidad tiene triple personalidad, igual que la mujer a la que se refiere la canción que cita el título. La que le da su pasado glorioso, la que le regala su gente en cada esquina y la que rezuma la música, constante en todos sus rincones. Sin duda, uno no puede irse de este mundo sin pasar una noche en Trinidad, Cuba.



Ultramarinos Bodeler
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