26 de mayo de 2014

No los pararás


Pétrea cual estatua, expectante como neonata que aguarda su porvenir, impaciente como quien ignora el transmutar de los minutos, allí estaba yo ubicada en línea perpendicular con el escenario que me devolvería a una de mis liturgias favoritas: escuchar y gozar de la música de Doscientosdos en vivo.
Niceto Club abrió las puertas de su lado B, para que con una electrificante intro session, Osko Cariola nos deleitara con su buen hacer. Reminiscencias de los vibrantes sintetizadores ochenteros venían a mi cual catarata de exaltaciones. Para ese entonces, la estatua perdió firmeza y ganó soltura. El arranque era prometedor y lo que se avecinaba, se autoproclamaba impetuoso.
Finalmente, el esperado suceso se transformó en realidad y aunque la sala A de Niceto golpeaba con fuerza, no contaba con el sonido aplanador de esta gran banda con insignia numérica que a pesar de no contar ayer con un público tumultuoso, pudo constatar que sus fieles errantes estaremos ahí, deseosos de disfrutar de su arte, siendo testigos del esplendor de su música, siempre.
La memoria puede ser traicionera y aunque el rockstar se mofe de ella, nunca falta el comprometido espectador que releve los actos del decir. Y a pesar que en ocasiones, esta evocación se rebele y sea difícil de apresar, el destello de Doscientosdos impacta de tal manera, que es imposible determinar cuándo deja de amenguar.
Los sanos vicios del rock and roll se colaban por momentos durante el show, pero cual capitán responsable al mando, Osko Cariola tomó las riendas del trayecto y demostró que esta banda, mire por donde se la mire, derrocha grandeza hasta en su ángulo más fino. Todo viaje tiene sus instantes de deriva e incertidumbre, y con ellos éstos son tan gratos, que cualquier desprolijidad pasa a segundo plano. ¿O acaso, cuándo fue que las aventuras dejaron de lado el factor sorpresa y rompieron con la magia que toda eventualidad regala con su irrupción?
Broche de oro con su versión de “Ella vendrá”, tema que inmortalizó a Don Cornelio y la zona y que como postre a tan exquisito banquete, fue gustosamente devorado. Por cierto, Leonel Martínez, la seguiste muy bien. Y vos Rha Cariola, inconfundible hombre de las mil barbas, con tu penetrante voz, la hiciste explotar.
Acabose el show, pero no las ganas. Afuera los disturbios de ese lado A que estrepitosamente asaltaba nuestra agitada armonía circular, nos mantenía unidos con esa sensación de felicidad y amargura que nos devuelve a la inquietud voraz. Ahora queda esperar al próximo encuentro, el cual deseo que sea cercano en el tiempo, porque el rock nacional y la escena internacional necesitan de estos grandes artistas que ilustran con su talento, la potencia y vivacidad que solo la buena música sabe transmitir.
Cuando los escucho, cuando los siento, cuando los veo, siempre queda en mí la misma idea. Esa sensación esclarecedora, esa certidumbre que esperanza y como oráculo pagano, despeja cualquier desasosiego: pase lo que pase, a Doscientosdos, no los pararán.


Medea Paracas


15 de mayo de 2014

Mi Balcón



Voy a preparar el balcón para la primavera, he comprado unas verbenas y unas petunias, en concreto surfinias que son una clase de petunias que cuelgan. Yo no las conocía, no sé tú. Pero como son bonitas y cuestan dos euros las he pillado.
Los geranios ya no los quiero, este ha sido un año de nubes y cambios, así que también cambio los geranios, a ver si se van las nubes. Me gustan pero siempre se acaban secando, no sé por qué a la gente le duran los geranios y a mí no.  Quizás sea la mosca blanca que se les mete en el tronco, el caso es que yo  también tengo esa mosca en la cabeza y no me seco. He estado a punto varias veces en estos últimos meses, no te creas,  pero no me he secado porque me he procurado un poco de abono. Sino, tal y como está la vida… imposible! No te digo más! Uno necesita abono diario y alguna dosis de insecticida porque la tristeza puede marchitar las hojas si uno no está atento.
El geranio tiene unas flores rojas muy bonitas. Yo siempre quise tener un balcón lleno de flores rojas que se vean desde la calle. Cuando paseo me fijo en los edificios modernistas con balcones, también me fijo en los edificios no modernistas con balcones. Pero si además esos balcones tienen flores rojas me paro unos segundos a observarlos de lejos. Luego, vuelvo a andar como si nada.
El caso es que a mí los geranios no se me dan bien.  Últimamente hay muchas cosas que no se me dan bien. Así que este mes voy a plantar  surfinias y verbenas. La de la tienda me ha dicho que  seguro que sobreviven,  no les importa estar todo el día al sol y con regarlas cada dos días, las tendré contentas y darán muchas flores. Las flores son alegría, así que he decidido plantar una petunia en mi vida y otra en mi balcón.  
Ultramarinos Bodeler

4 de mayo de 2014

De libros y otros demonios

Gabriel García Márquez se ha ido, un agridulce hasta luego ya que sus libros quedan en nuestras estanterías y en nuestras manos para ser releídos una y otra vez y que se produzca el milagro, la alquimia de las palabras que trasmutan la gris patina de lo cotidiano en parajes vívidos, en emociones eléctricas, en personajes de carne y hueso, primos hermanos de nuestros otros yo.

Gabo nos ha dejado, pero sus libros son el antídoto para no alejarnos de nosotros mismos. A lo largo de nuestra vida habrá libros y libros, algunos o muchos para el olvido, mientras otros  pasarán a nuestra estantería de honor, en algún rincón privilegiado de nuestra memoria, para ser rescatados una y otra vez en caso de necesidad.

Los libros son eso, una puerta al conocimiento de otras realidades, de otros sentires, a otras posibilidades. Nos permiten vivir y experimentar desde otros ángulos, nos entretienen, nos emocionan. Y en muchos casos, están asociados a momentos de nuestra vida, anclados en algún vértice del tiempo. Rescatar un libro, es rescatar a quien nos lo regaló. Abrir de nuevo esas mágicas páginas que nos tuvieron en vilo, es abrir un antiguo episodio de nuestra vida. Leer lo que quien hemos amado ya ha leído, nos devuelve su aliento. Metahistorias que trascienden sus límites y  desbordan las páginas en las que fueron escritas.




Tener esos libros cerca es tener una habitación propia, una fortaleza inexpugnable donde reencontrarse con uno mismo y todas las voces que nos habitan. Uno se sabe menos huérfano acompañado por ellos. Gabo se ha ido pero en mi habitación entraron

Remedios la Bella, Melquiades, Aureliano Buendía, Fermina Daza, Florentino Ariza, el Coronel para no marcharse. La puerta entreabierta para los que están por venir.

Viridiana



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