Pétrea cual estatua, expectante como neonata que aguarda su porvenir, impaciente como quien ignora el transmutar de los minutos, allí estaba yo ubicada en línea perpendicular con el escenario que me devolvería a una de mis liturgias favoritas: escuchar y gozar de la música de Doscientosdos en vivo.
Niceto
Club abrió las puertas de su lado B, para que con una electrificante intro session,
Osko Cariola nos deleitara con su buen hacer. Reminiscencias de los vibrantes
sintetizadores ochenteros venían a mi cual catarata de exaltaciones. Para ese
entonces, la estatua perdió firmeza y ganó soltura. El arranque era prometedor
y lo que se avecinaba, se autoproclamaba impetuoso.
Finalmente,
el esperado suceso se transformó en realidad y aunque la sala A de Niceto
golpeaba con fuerza, no contaba con el sonido aplanador de esta gran banda con
insignia numérica que a pesar de no contar ayer con un público tumultuoso, pudo
constatar que sus fieles errantes estaremos ahí, deseosos de disfrutar de su
arte, siendo testigos del esplendor de su música, siempre.
La
memoria puede ser traicionera y aunque el rockstar se mofe de ella, nunca
falta el comprometido espectador que releve los actos del decir. Y a pesar que
en ocasiones, esta evocación se rebele y sea difícil de apresar, el destello de
Doscientosdos impacta de tal manera, que es imposible determinar cuándo deja de
amenguar.
Los sanos
vicios del rock and roll se colaban por momentos durante el show, pero cual
capitán responsable al mando, Osko Cariola tomó las riendas del trayecto
y demostró que esta banda, mire por donde se la mire, derrocha grandeza hasta
en su ángulo más fino. Todo viaje tiene sus instantes de deriva e incertidumbre,
y con ellos éstos son tan gratos, que cualquier desprolijidad pasa a segundo
plano. ¿O acaso, cuándo fue que las aventuras dejaron de lado el factor sorpresa
y rompieron con la magia que toda eventualidad regala con su irrupción?
Broche
de oro con su versión de “Ella vendrá”, tema que inmortalizó a Don Cornelio y
la zona y que como postre a tan exquisito banquete, fue gustosamente devorado.
Por cierto, Leonel Martínez, la seguiste muy bien. Y vos Rha Cariola, inconfundible hombre de las mil barbas, con tu penetrante voz, la hiciste explotar.
Acabose
el show, pero no las ganas. Afuera los disturbios de ese lado A que estrepitosamente
asaltaba nuestra agitada armonía circular, nos mantenía unidos con esa sensación de
felicidad y amargura que nos devuelve a la inquietud voraz. Ahora queda esperar
al próximo encuentro, el cual deseo que sea cercano en el tiempo, porque el
rock nacional y la escena internacional necesitan de estos grandes artistas que
ilustran con su talento, la potencia y vivacidad que solo la buena música sabe
transmitir.
Cuando
los escucho, cuando los siento, cuando los veo, siempre queda en mí la misma
idea. Esa sensación esclarecedora, esa certidumbre que esperanza y como oráculo
pagano, despeja cualquier desasosiego: pase lo que pase, a Doscientosdos, no los
pararán.
Medea Paracas