19 de junio de 2015

Una y otra vez


Sexo rápido y malo, una y otra vez. Cada mañana decide que no va a pagar más a cambio de encuentros de segunda mano. El sol que entra por la ventana le molesta tanto como el vodka de anoche y el espejo no le dedica más que ojeras, cocaína, tabaco y asco. 
Se arregla rápido, un poco por costumbre, porque ni tiene prisa ni le espera nadie en ningún lado.
Le gusta darse una vuelta antes de la compra, observar su ganado por las calles (lo pongo así porque así lo llama él, yo desde luego lo escribiría de otra manera). Desea frenar su adicción cada vez con más fuerza, un poco por cansancio, un poco por no volver a aguantar al del banco reprochándole otro descubierto.

Ya en el mercado,  compra un kilo de manzanas de las rojas, unos kiwis de oferta con muy buena pinta,  unos plátanos para la semana, una merluza fresca cortada erodajas y unos pocos ajetes para el condimento.
La ve sentada en un banco al pasar por la esquina donde está el quiosco. Intenta controlarse ojeando las portadas de los periódicos y comprando el décimo fascículo de la colección de aviones de guerra del ejército Coreano, pero no puede. Mira que lo intenta, pero no puede, una y otra vez lo mismo, día tras día, fascículo tras fascículo.
- ¿Cuánto?
- Lo mismo que ayer. ¿Subes?
- De acuerdo
Se la folla rápido y mal. Cierra con un portazo. Compra pan para el almuerzo, una garrafita de vino blanco a granel y un poquito de solución en polvo contra el arrepentimiento en la droguería.

Ultramarinos Bodeler 

2 de junio de 2015

Tren nocturno

 
 
Tren que recorrías las áridas formas de la noche, atravesando el mapa y las horas.
 
Tren nocturno que desapareces en aras de la velocidad de los tiempos: La poesía ya no vende.
 
Podremos viajar a Marte, explorar los confines de la Tierra pero en tu sino está grabado, última parada.
 
El silencio era la almohada.
 
La ventana, reflectante de imágenes de una película descolorida, el horizonte.
 
Pausa y ensimismamiento.
 
El tiempo detenido en un vértice, arrinconaba las prisas y el olvido.
 
La voz interior en altoparlante, nos desvelaba las palabras de nuestra historia,
una detrás de otra.
 
Última parada del tren nocturno.
 
Los viajeros errantes en los andenes esperando su destino.
 
 
 
Viridiana
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